SO PASSIVE
CAPÍTULO UNO
Para Della no había día más hermoso como el de hoy y aunque la situación no era la mejor siempre se repetía que los errores iban y venían, no por eso se perdonaba todo pero sí lo que se podía pasar por alto.
Hoy, su esposo y compañero de vida le había comentado sobre lo que en unos días se daría.
La monta de toros era algo que no llamaba su atención, a su humilde parecer eso era de bárbaros, de gente que disfrutaba viendo el dolor y sufrimiento de humildes pero feroces animales ¿por qué lo hacían? ¿cómo podían disfrutar el ver chillar a un animal por muy poco manso fuera?
Ella sólo no podía entender como podían.
Pero a su esposo muy poco le importaba esos animales, o bestias como muchas veces se refería, 'sólo sirven para montar y hacer un buen espectáculo, eso trae comida a nuestra mesa cariño' como muy cruelmente hablaba de lo que hacia. El, un monta-toros profesional que muchas veces su humilde esposa debía curar horrendas heridas tras los pistones y rasgaduras de los cuernos de dicho animal.
Pero lo que más dolía en su pecho era el saber lo lejos que su esposo, su Franco, iba a estar de ella pues dichos torneos duran meses y para hacer peor la cosa era lejos.
Estaba acostumbrada a estar sola y cuidar tanto de su casa como de su minúscula granja con sus dulces animales, dos caballos potro yegua y una ternera con un vacuno...como amaba a sus animales eran como los hijos que nunca tuvo.
Dejo de pelar la zanahoria.
Muchos días tantos como se lo permitía pensaba en su retoño, su hijo Marcus, preguntándose por donde andaría ¿habrá comido? ¿Dónde vivirá? ¿tendrá una casa? ¿un lecho donde pasar las frías noches? Aún así sabía que pensar en ello era una pérdida de tiempo, según su esposo pensar en aquel al que llamaba hijo no merecía ni un segundo de su tiempo.
Triste fue el día en que vio a su hijo partir, partir por las réplicas de su padre ante su inescaso interés ante los rodeos, aquel día no fue sino una vergüenza como mujer y madre ¿por qué no había refutado por su pequeño? Ella sabía la respuesta, debía seguir lo que su hombre le decía.
Desde pequeña había sido criada con aquel pensamiento, su madre Doña Eleonora de Viga había criado con mano dura a sus hijas para ser las perfectas amas de casa como las mujeres más pasivas para sus hombres, ser complaciente, respetuosa y siempre estar dispuesta para sus pedidos.
Era algo que quedó impreso en su mente.
— ¿Esa no es la puerta tocando?
Ante la voz de su esposo dejo el cuchillo y la zanahoria a medio pelar sobre la tablilla girando y ver que seguía sentado en la silla que el mismo había fabricado, no era la más bonita, ni la más resistente pues apenas y lo cargaba a él pero el saber lo orgulloso que estaba por ello sólo aumentó la sonrisa en el bello rostro de su mujer.
Secando sus manos con el viejo pero limpio trapo en sus faldas se encaminó hacia la puerta donde claramente se podía escuchar el toque de fuertes nudillos contra la dura madera.
Girando la perilla su aliento se atasco en un jadeo cuando vio a la persona esperando en la entrada.
— Buenos días.
Unos ojos marrones como los de su padre la miraban fijamente, la mujer tuvo que levantar su mirada pues el hombre que se presentaba frente suyo ya no era un niño sido un corpulento hombre de gran talla con el pelo negro cual carbón con un largo hasta sus hombros.
— Hijo...
— ¡Cariño! ¿es Julian? ¡déjalo pasar!
Con las manos húmedas y el cuerpo temblando le hizo una seña a su hijo para que entrase e ir donde su esposo se encontraba aún leyendo ese viejo periódico.
— No has cambiado en nada, viejo.
Cerrando sus ojos con suma fuerza se preparó para lo que sabía venía, su esposo no grito ni se alteró...pero el ambiente había cambiado por uno hostil.
— ¿Qué hace el aquí, cariño? — aún a pesar de su tono afable sabía que era algo momentáneo, por un momento deseo no estar allí.
Pero no tuvo que contestar.
— No tienes que seguir este estupendo numerito, ni molestar a mi madre, yo vine aquí por que quise darles una sorpresa.
— No estoy interesado en estas sorpresas.
— ¿Aún no lo superas, viejo?
Una silla se arrastró por las frías baldosas del suelo, queda se movió hacia la cocina abierta a la sala donde pudo verlos conversar muy amables, suspiro una oración pidiendo que las cosas sigan así por unas horas.
Sólo eso pedía.
La olla hervía cuando su musculoso hijo se levantó y anduvo por la casa mirando, tocando haciendo sonidos de vez en viendo ante cada pequeña cosa hasta que caminó hacia su madre viéndola luego de diez años.
Apenas y la recordaba pues a pesar de que a los quince años fue forzado a irse no pudo ni tenía una foto de su familia, de la única persona que sabía aún lo amaba.
Su madre.
No le importaba si ese día no suplicó por el, sabía y recordaba con exactitud el profundo dolor vislumbrado en los verdes ojos de ella, no le dolió perder su casa, ni sus cosas, ni sus amigos, le dolió perder a su madre. Ella era lo único bueno que recordaba en su vida y el ahora verla sólo trajo una luz a sus ojos y quizás algo de electrizante anhelo al ver su piel.
Cerró sus ojos tratando de recordar la última vez que había tocado a una mujer, quizás unas semanas atrás cuando estuvo en Denver, supo que está noche debía encontrar a una puta para follar tenía unas ganas que no podía aguantar.
Vio de reojo a su padre quien se había levantado para caminar hacia su esposa dándole una caricia en la mejilla.
— ¿Está mi maleta lista?
Casi había olvidado que hoy el se iría por un periodo largo de tiempo, por un momento entro en pánico ¿se quedaría su hijo por mucho tiempo? Le gustaba estar sola y poder cuidar de sus animales cuando su esposo no acaparaba todo su tiempo.
— Lo está mi amor, sobre la cama ¿quieres comer antes de irte?
Lo vio asentir a lo que de inmediato recogió una pequeña cacerola sirviendo dentro un poco de humeante guisado.
— Yo también quiero un poco ¿tienes pan, mamá?
Yendo hacia uno de los armarios recogió una pequeña funda donde guardaba el pan que cada mañana hacia, girando hacia su hijo no vio lo que este hacia hasta que sintió sus labios sobre su mejilla.
— Gracias madre.
Asintió aún aturdida por tal beso para saliendo de su estupor servirle también un humeante tazón que vi como frente suyo, ella también sirvió un poco para ella cortando un trozo del pan que su hijo había colocado sobre la mesa.
Por un
momento ver que almorzaban en familia trajo lágrimas a sus ojos, pero las
aparto al recordar que su esposo pronto se iría y ella estaría sola con su hijo
el cual ya no conocía en absoluto.
🌻 🌻 🌻
— Voy contigo.
— ¿Enserio? ¿piensas salir a buscar una mujer?
Su hijo sonrió socarrón mientras cojos de las manos de su madre un abrigo que pertenecía de su padre, en las pocas horas que estuvieron padre e hijo juntos llegaron a la conclusión de soportarse pero no habían quedado en muy buenos términos mucho menos cuando el lugar a donde iba era a un rodeo.
— La abstinencia me está matando.
Juntos salieron al frío de la noche con ambos subiendo al coche que casi nunca Franco usaba ya que prefería dejárselo a su mujer pero como su hijo iba a la ciudad podría dejárselo y que cuando volviera a la casa lo llevase.
Mientras tanto Della se alejó de la ventana al verlos partir, caminando hacia la cocina limpio los platos sucios que quedaban, buscando algo de hacer antes de urse a dormir yendo a los pastizales y al granero revisando a su preciados animales dándoles una caricia y un postre para dormir.
Regresando a la casa vio al reloj notando que ya habían pasado varias horas desde que tanto padre como hijo se habían ido, apago la luz de la sala y fue a su cuarto donde luego de una tibia dicha se cubrió con un suave camisón de suave tela blanca para recordarse en su cama y dormir.
Marcus con una mueca de enojo en su cara apagó el motor del auto maldiciendo a todos los astros por su mala suerte de la noche, había hecho una sutil barrida a la barra de la taberna a la cual su padre conocía y había quedado totalmente decepcionado.
Habían algunas chicas, unas muy lindas otras ni para mirarlas dos veces, hubo una que otra coqueta y ni hablar de las meseras que parecían tener demasiado escote pero aunque parezca imposible ninguna llamó su atención, todas comunes, todas muy faldas, muy coqueta, ninguna de su estilo.
Eso junto a su falta de sexo sólo hizo que su enojo aumentase, cerrando la puerta de la casa dejo las llaves en la mesita de la cocina y sin prender ni una de las luces de la casa fue al cuarto de invitados que le había sido dado.
No fue a revisar a su madre pues ya sabía que está dormía, eran más de las dos de la mañana por lo tanto no había nada que comprobar.
Un
baño y totalmente desnudo se recostó de espalda en la cama rodeando su polla
con su mano para perderse en su imaginación.
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