C A P Í T U L O 1

SO INNOCENT


CAPÍTULO UNO


Cera

 

— ¿Qué quieres decir con, no es mi problema? ¿en algún momento empezamos a hablar de un completo desconocido?

— El no nos necesita, tiene el dinero suficiente para comprar enfermeras, sólo iríamos a estorbarlo.

— Aparte ¿nos nos has escuchado? Tiene una grave enfermedad y no quiero verme contagiada por ello ¡mis amigas me echarían a patadas de su circulo!

— Ui, si, pobrecita tú — ella me dio una de sus miradas de advertencia a lo que rodé mis ojos — No queremos que pierdas tu tiempo con tu familia, venga, no entiendo si quiera porque sigues sentada allí ¿no tienes algún absurdo almuerzo con esas viejas chismosas?

— ¡Mocosa mal...

— Basta Trudy, no le sigas sus juegos.

— ¿Por qué toda esta preocupación hermanita? ¿acaso crees que al viejo se le va a ablandar el corazón y te dará algo de pasta?

Ya habían tardado.

Siempre, desde que era chiquita supe lo que mis padres más amaban era el dinero, no la familia, ni siquiera se amaban entre ellos y aún así se mantenían juntos por un solo propósito.

De la persona que hablábamos, o discutíamos, era de mi abuelo...pues dejó de ser el abuelo de mis hermanos el día en que ellos mostraron ser personas que se dejaban guiar por nuestros padres y su codicia por hacer nada pero aún así tenerlo todo, a cambio de ello el fondo fiduciario que estaba a nombre de cada uno de ellos dejó de tener fondos, desheredándolos por completo, guiándolos a un estado de rabia absoluta.

Ellos no inmutaron su desacuerdo.

Y mi abuelo no se inmutó al dejarles saber que hasta que no hicieran algo productivo con sus culos perezosos las cosas no cambiarían, y ni aún así las cosas volverían a ser como antes.

¿Yo?

Aún tenía el fondo fiduciario, unos cuantos millones que espero nunca tocar y dejar para alguien más, si algún día tengo una hija o un hijo pues espero dejarles todo, por el momento estoy más que bien con mi trabajo de directora en diseño de la empresa Halder, si, la empresa de mi abuelo...fue él quien después de graduarme en la Universidad me dio un trabajo en su compañía, empezando como cualquiera...sin tratamiento especial.

Y la verdad lo agradezco, es el mejor trabajo del mundo.

Pero ellos, mis hermanos, son unos mal agradecidos, mi abuelo les dio la misma oportunidad que a mí, pero ellos se negaron diciendo que como sus nietos merecían un puesto mucho más alto, un puesto asegurado y además con un sueldo de seis cifras.

Vaya tontería.

— No necesito fingir nada, por si no recuerdas mi fondo fiduciario no ha sido declinado como el de ambos — el hizo una mueca mientras William sólo servía más whiskie del que esta mañana era apropiado en un vaso.

— Exacto, y por el momento eres lo mejor que tenemos para ablandar el corazón de mi padre y que nos de algo de dinero, unos cientos no estarían de más, el tiene demasiado — acercándose a mi acaricio mi mejilla viéndome con calculadores ojos, una mirada avariciosa como si ya estuviera contando el dinero.

Me aleje de el yendo por mi cartera, la cual había dejado en un sillón de blanca piel.

— No cuentes conmigo — girando miré a mi especial familia — Yo no voy a ir a hablar con mi abuelo por ti, si el no quiere hablar contigo ni con ninguno de usted es por algo, llevan tantos años gastando dinero como si les sobrara, pues aviso de último momento: se están quedando sin dinero y nadie va a venir a ayudarlos.

Quedará en mi memoria el recuerdo de sus caras enrojecidas por la molestia mientras me miraban con odio, y aún así en el fondo de ello podía ver el nerviosismo ante mis palabras.

Y era la verdad, ellos lo sabían.

 

(….)

 

Muy pocas veces había ido a la casa en las montañas, mi abuelo en si tenía el dinero suficiente para tener varias casa por todo el país pero, aunque tenía un lugar medio fijo en el centro de la ciudad nada era como el hogar, este lugar donde según el me contó se había encontrado con mi abuela.

Mi abuela Sila, era un hermosa mujer de castaña melena, unos ojos cual dulce cielo, una risa encantadora y un alma aventurera.

O eso me habían contado.

A mis tres años mi abuela había sufrido un terrible accidente donde su helicóptero había caído, ella sobrevivió pero no salió sin rasguños, un derrame cerebral, un derrame que destruyó cada neurona en su cerebro dejando un cascarón frío, hueco, mi abuelo había sufrido al tener que dejarla ir.

Pero lo hizo.

Y yo nunca pude conocerla, o tal vez si, pero los recuerdo no son nítidos, cuando hablan de ella y lo parecidas que somos es como si hablasen de una desconocida, no se nada de ella sólo lo que mi abuelo me contó.

Y eso es triste.

Esta casa era una maravilla en si, en un principio había sido echa de madera y clavos, un esfuerzo al que ambos habían trabajado día y noche por lograr, y en el pasar de los años hubo un cambio drástico.

La casa creció tanto en altura como en amplitud, una moderna choza campestre, el interior era aún más hermoso deslumbrando calidez y esa comodidad de hogar, algo que no sabía era posible pues la casa donde pase mi niñez y adolescencia nunca fue más que la de un desconocido ¿pero está? Mientras atravesaba el portón donde había dicho de mi visita y sido concedida al instante me vi recorriendo en mi pequeño auto la gran entrada estacionando junto a un par de bicicletas.

Recogí mi cartera, comprobando en mi teléfono por un segundo si tenía algo importante pero aparte de una que otra confirmación tenía el día libre, miré el reloj 3:14pm, aun era temprano y como hoy no había pasado por el trabajo llevaba unos jeans enrollados con las vastas dobladas, una blusa conchevina de tiras junto a un abrigo de color verde ocre y deportivos negros.

¿Me veía como de 25?

Bueno pues es mi edad, saliendo del auto camine hacia el umbral girando el picaporte, no necesitaba incómodas bienvenidas, además, venia a ver a mi abuelo y sabía muy bien donde encontrarlo.

Me dirige hacia allí subiendo las escaleras yendo hacia la habitación principal, la puerta estaba abierta y mientras más me acercaba escuchaba cada vez más clara su voz.

— No pienso dejarle mi compañía, pero no se que más hacer, los demás accionistas querrán mi parte cuando se enteren esas víboras lame culos sólo esperaban el momento exacto para morder...

— Lo entiendo señor Halder, pero debe entender, no sabemos cuanto...

— ¡No dejaré mi compañía con manos incompetentes!

— Es su hijo...

— ¡Un incompetente aún mayor! ¡mis nietos son igual a su padre! ¡maldita sea!

Decidí entrar a la habitación haciendo que mirara de inmediato por un momento cabreado, luego sorprendido, para luego sonreír y extender una mano vendada hacia mi.

— Mi nieta favorita ¿qué haces aquí?

Le mostré mi cara de ¿no es obvio? Mientras lo señalaba por completo, su mano derecha está vendada tal como sus hombros y el tobillo de su pierna izquierda, me había enterado gracias a la ama de llaves de mi abuelo sobre la fea caída por las escaleras hace un par de horas.

Pero dicha caída había sido hace más de dos semanas, aún no entiendo porque nadie me había comunicado sobre ello, y al parecer mi madre y padre estaban bien enterados y no les interesaba ni un poco.

— ¿En serio preguntas? — me crucé de brazos mientras lo veía mover su otra mano más o menos sin daños colgando con quien estuvo hablando — Estoy muy decepcionada de ti Walter.

Levantó sus cejas mientras las comisuras de sus labios bailaban en una sonrisa.

— Si me llamas por mi nombre es porque estas muy molesta.

— ¡Claro que lo estoy! Quiero saber porque recién hoy me avisaron de todo esto — lo señalé por completo — De inmediato.

El soltó un suspiro echándose contra las almohadas a su espalda, mirándome como una pequeña cosa de la cual admirar y gozar de su brillo.

— Eres tan idéntica a tu abuela, el mismo fuego corre por tus venas, no por nada eres mi nieta favorita.

Solté un bufido.

— Soy tu única nieta.

— Es verdad — parecía meditar sus palabras — Entonces, te enteraste y viniste acá para revisar al viejo de tu abuelo.

— Querrás decir que me enteré de ello y salí pitando donde mi familia perfecta, claro que ellos lo sabían y claro que les di un poco de su mierda y ahora vengo a ponerte a ti en tu lugar ¿por qué ellos y no yo?

— No fui yo, mi ángel.

Ese apodo.

Era la cosa más bonita que nunca me hayan dicho, y lo amo por completo, sólo el me dice así.

— Fue mi médico personal, quien preocupado por mis lesiones llamó a alguien de mi familia, en este caso tu padre, para que viniera a cuidar de mi.

Lo miré confundida.

— ¿Cuidarte? ¿y Doris?

— Tiene un inconveniente personal, su hija la necesita y no puedo decirle que no, y no importa si mi estado no es el mejor para tener la razón, pero entiende no puedo decirle que no.

— Entiendo — me senté en la cama con su mano cubriendo la mía al instante — ¿Nadie se manifestó para cuidarte?

Negó para soltar un pesado suspiro mientras miraba hacia su teléfono.

— De eso ya deberías saber la respuesta, no lo iban a hacer gratis.

Apreté mis dientes cabreada ante sus palabras ¿en serio se habían ofrecido a ayudar sólo por un sueldo?

— Bueno — me decidí por hacerlo sonreír, el me lo agradecería — Entonces creo que yo me quedaré para ayudarte ¿Qué tan difícil puede ser?

— Peso mucho para ti, mi ángel.

Eso podría ser cierto, él a pesar de sus 63 años tenía una musculatura que haría babear hasta al más santo, tenía un cuerpo duro, macizo, esculpido donde los cuadritos eran duras tablas, brazos grandes como mis muslos, su cabello brillaba entre los diferentes tonos de grises mientras me miraba con sus intensos ojos cual plomo.

— Tonterías ¿si Doris pudo, por qué yo no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario