C A P Í T U L O 4

 SO INNOCENT

CAPÍTULO CUATRO


Walter

 

— Hmm...basta, déjame comer.

— No te estoy deteniendo.

Soltó un lindo bufido, para clavar su tenedor en la pieza de manzana.

— Me estas distrayendo.

— Puede ser.

Anoche habíamos cometido una de las más grandes locuras, habíamos follado...no, habíamos hecho el amor, la he convertido en mi mujer al instante en que me corrí en su prieto coño y desde esta mañana me he dicho que mi ahora dulce mujer debe ser tratada como se lo merece.

Empezando con su satisfacción.

Y mis besos.

Es lo único que estas malditas heridas me permiten hacer, y eso no es de mi agrado, me fascina el sexo ¿a quién no? Pero también me gusta tocar, acariciar, mimar y echar a perder a mi mujer convirtiéndola en una masa satisfecha de sexo como amor.

Siempre he sido así y aunque las heridas me duelan como una verdadera perra, voy a acariciar y mimar a mi ahora mujer, a mi Angel y nadie me lo va a impedir.

— Termina de comer, te daré tus pastillas y luego...

— Luego te quiero brincando y gimoteando en mi regazo.

Su cuello enrojece, lo puedo verde desde detrás suyo mientras sus manos inquietas tratan de llevar al pedazo de manzana a sus dulces labios, recordar su sabor sólo hace que mi polla brinque de emoción y empeora al notar su agitada respiración.

Diablos.

Con mi mano menos maltrecha rodeo su mano llevando la rodaja a mi boca, la mastico para al terminar llevar devuelta al plato y esta vez recogiendo una rodaja de piña.

Una jugosa.

Llevándola a sus labios satisfecho al verla abrir su boquita dejándome alimentarla, mi hombro pulsa dolorido ante el movimiento pero no me detendré, no ahora que tengo la oportunidad.

La oportunidad de besar...

Mi teléfono suena desde el cajón en la mesita a mi costado, soltando un bufido molesto por la abrupta interrupción suelto su mano y le pido que lo traiga para mi.

Es una molestia no poder siquiera hacer algo tan sencillo como eso.

Me tiende el teléfono que ha dejado de sonar para sentarse frente mío, las sábanas aún rodeando sus suaves caderas no me ocultan la hermosa vista que ella me regala, está sólo en brasier y bragas, y lo encuentro encantador.

Ella lo sabe.

El teléfono vibra en mis manos quitándome de mis pensamientos y al ver quien me llama no es más que Piber Janson mi médico personal, sé que debe ser algo importante.

Contesto.

— Halder.

— Señor Halder, buenos días, espero no estar molestando.

— Buenos días, no lo estarías haciendo si me dices buenas noticias.

Aún recuerdo su última noticia con acidez, y una que está agriando el buen gusto que mi lengua aún tenía tras los labios de mi Cera.

— Me temo que soy la persona incorrecta para ello, tengo los resultados en mis manos.

Doy un sorbo a mi jugo.

— Dilo.

— Está confirmado, señor Halder usted tiene HTP, me temo que mis suposiciones eran correctas ¿a estado tomando el medicamento que le suministré? Si lo ha hecho por favor siga haciéndolo, detener el medicamento sólo hará empeorar su estado semi estable.

Ya lo había aceptado, pero el saberlo sin ninguna duda hace todo diferente, uno piensa que vivirá mucho tiempo, se pregunta: ¿de dónde salió dicha enfermedad? Se cuestiona su modo de vida, pero yo no puedo hacerlo.

No puedo.

Viví una hermosa niñez, una alocada pero cauta adolescencia y en el pasar de los años fui de alguien humilde a alguien capaz de permitirse sin ningún pestañeo comprar una isla y aún así use mis manos en todo, manteniendo mi cuerpo, mi cordura y mi salud.

Pensé que mi cuerpo estaba en sus mejores años, no tenía dolores consecutivos, no estaba cayendo en la depresión y autodesprecio a todos y todo a mi alrededor, estaba completamente saludable.

Entonces supe la verdad.

Sufría HTP, el llamado hipertensión pulmonar...al parecer unas venas en mi cuerpo que bombean sangre a mi corazón están fallando y están destruyendo mi vida; pensé vivir hasta los ochenta, tal vez unos cuantos años más

Pero veo, que será imposible.

Y viendo hacia la mujer suavemente recostada en mí cama ya no veo sólo a mí Angel, ya no veo sólo un ser inocente entre las furcias de su familia -nuestra familia- ahora veo a mujer, mi amante y si es posible la futura madre de un hijo o hija mío.

Nuestro.

Romperá su corazón el saber de ello, pero debo decírselo...debo tener su ayuda para lo que tengo preparado para toda nuestra avariciosa familia.

Cierro la llamada mirando por unos segundos el teléfono.

— ¿Algo malo?

Su voz teñida de preocupación hace que deslice mi mirada sobre ella notando como sus cejas están fruncidas en un lindo ceño, dejo el teléfono en la mesita recostandome contra las más que suave almohadas con mi mano la incentivo a colocarse a horcadas mío.

Lo hace al instante.

Se mueve intranquila en mi regazo sopesando las ideas de quitarse o quedarse donde está, pero yo estoy bien y se lo hago saber...deja caer sus manos en mi rostro y yo con mis labios beso estas.

— Estas preocupándome ¿qué está pasando?

— Quien me llamó es mi médico personal, Piber Janson, no te he contado todo mi ángel.

Su ceño se frunce.

— ¿A qué te refieres?

— Antes de mi caída, había sido notificado sobre una posibilidad...una muy grande, de que pueda tener HTP.

— No se que es eso.

Dejo caer mi cabeza contra las almohadas cerrando mis ojos mientras sus manos en mis hombros me acarician suavemente, no se si lo hace apropósito o si es inconsciente de ello.

Sin importar que...me agrada.

— Hipertensión pulmonar, prácticamente unas venas en mi corazón no están funcionando como deben.

Sus caricias se detienen para al mirarla notar como observa mi pecho para volver a mis ojos, veo la confusión...como su absoluta preocupación.

— ¿Vas a..? ¿tú vas a...

— ¿Morir?

Se encoge ante aquella palabra.

— Todos nacemos sabiendo que algún día moriremos, los años nos preparan para ese día y estoy seguro de que mi vida fue plena por lo tanto si mañana, pasado mañana, en una semana o en diez años muero, debes saber que morí feliz.

Sus labios tiemblan.

— Y con la mujer más hermosa en mi corazón.

Es todo, lágrimas se deslizan por sus dulces mejillas mientras sus hombros se sacuden ante sus solloz que sólo aumentan y aumentan, mi preciosa Cera, mi única nieta y mi precioso angel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario