C A P Í T U L O 7

 SO PASSIVE

CAPÍTULO SIETE

 

Dos semanas después


Recostado en la cama sin dejar de ver el techo pero aún así hundido en sus pensamientos, Marcus sentía la tensión cubrir con mayor profundidad sus entrañas, una mueca se deslizó en su boca ante la molestia que cayó en si cuando escuchó el tintineo de unos platos, sabía que era su madre, su madre embarazada de su bebé.

Un bebé que quiere alejar de él.

— Joder.

Gruñendo rodó en la cama hundiendo su rostro entre la única cosa que había sido apuñalada con su inestable ira, habían pasado varias días, dos semanas, y el asunto no había sido solucionado, la solía idea de volver a hablar sobre ello hacia su cabeza palpitar y a su corazón sangrar ante la miseria pues su madre no sólo le estaba quitando a su hijo estaba dejándolo fuera de lo que para el era un nuevo comienzo.

No podía entenderla, no cuando se trataba de su hijo, mucho menos la entendía cuando había sacado el tema de su padre ¿por qué no lo dejaba? Una tortuosa pregunta a la cual no tiene respuesta, habían pasado casi dos meses juntos compartiendo apasionada noches donde ella se entregaba a el por completo, tan receptiva y dispuesta a complacerlo.

Sólo hace tres semanas durante una larga ducha la había visto con fascinación bajando en el, sobres sus rodillas para introducirlo en su boca...recordarlo hizo a su miembro agitarse dándole la espalda a la cama acomodo su polla que empezaba a animarse...recordó verla con su húmeda lengua lamer la cabeza de su polla mientras una de sus tímidas manos rodeaba su falo acariciándolo, había llevado sus manos a su cabello para pedirle que fuera más hondo ordenándole entre gruñidos como darle más placer, lo mucho que le gustaba esto, lo preciosa que era al hacerle esto...

— No.

Molesto ante donde lo llevaba su imaginación se sentó tirando de las sábanas y almohadas fuera de su espacio, deslizando sus piernas al suelo revolvió su cabello para culminar con su mirada a su más que dura polla.

— No habrá sexo hasta que está mierda este arreglada.

El sabía que estaba diciendo puras mentiras y aún así no lo admitió, el sexo era el mayor placer que alguna vez había descubierto gracias a una muy cachonda vecina...la señora Rossella tenía 42 años cuando el era un crío de 12 que disfrutaba ver a su vecina que se vestía con faldas muy cortas y blusas demasiado ajustadas para sus más que grandes atributos.

Recordaba ese día con un secreto deleite.

Era un día cualquiera y las cosas en la casa donde vivió su infancia no iban muy bien ya que su padre se había enterado que no tenía la misma fascinación por los rodeos como él, y el no quería seguir allí escuchándolo farfullar acerca de lo decepcionado que estaba de su hijo...había salido por la parte de atrás donde sólo debía cruzar la cerca donde estaba situada la casa de la señora Rossella y luego estaría libre.

No se imaginó que la descarada señora saldría a ver que era ese ruido en su patio en topless, mucho menos que lo invitase a comer unos postres que había comprado hace poco, mucho menos que lo hiciera sentarse en un mueble donde dándole un dulce le dijo que estaba demasiado acalorado el día como para que su pequeño invitado estuviera tan vestido, el aturdido la había visto con sus rojas uñas desprender el botón de su pantalón para deslizándolo junto con su bóxer quitarlo de sus piernas arrodillarse en sus pies y llevar su minúsculo pene -en ese tiempo minúsculo- a su codiciada boca.

Tal como un crío había tenido su primer orgasmo en su boca tras unas sacudidas pero volviéndolo a poner duro se había montado a horcadas suyo llevando su más que infantil pene a su arrugada vulva, y para el, un pequeño Marcus, había sido como haber encontrado su propósito en la vida cuando la mujer que acaloradamente lo había montado como una campeona había gritado su placer, el descubrir que podía complacer a quien quisiera con tan adictivo acto lo llevo a interactuar con más chicas...pero ningún de su edad, o que le doblará la edad.

Todos tenían un gusto en mujer y él por supuesto que tenía su lista, hermosas, complacientes, que supieran chupar su polla, y que le doblará en edad.

Su madre era todo eso y más.

¿Pero ahora? Ahora no estaba complacido con su descaro y ya harto de todo el tenso silencio saltó fuera de la cama sin importarle estar sólo en ropa interior e ir directo a donde el sonido de cubiertos y platos siendo lavados seguía.

Al verla sintió como su polla se llenaba de sangre y sus bolas endurecían, el deseo de hacerla gritar de placer se volvió el mayor de sus propósitos y el estaba seguro de que eso ella quería cuando había decidido vestir una blusita roja de tirantes junto con una más que fina falda blanca que le cubría hasta las rodillas, no lo había escuchado llegar a la cocina pero si lo sintió cuando estuvo detrás suyo respirando contra la piel de su cuello.

Su cuerpo se tensó y tembló en un espasmo que hizo a su cuerpo erizarse de placer, un jadeo salió de entre sus labios cuando manos cálidas rosaron el borde de su falda, de sus manos un plato resbaló convirtiéndose en pequeñas piezas cayendo al fregadero cuando los labios de su hijo succionaron en su cuello, agarrándose del borde del fregadero cerró sus ojos soltando el aire en sus pulmones ante el deslizamiento de sus manos que permanecían en su cuerpo deslizándose sobre la piel de sus muslos, sus glúteos, enrollando la tela en su puño tiro hacia abajo dejándola caer al suelo mientras arrancaba sus bragas.

— Hijo...

Acunando su montículo en su palma acaricio los ya hinchados labios complacido al encontrarla ya húmeda para él, tiro de su propia ropa interior liberó su polla ya enrojecido acariciando con la punta los glúteos de su madre disfrutando la sacudida de sus caderas hicieron al echarse hacia atrás, adoraba lo sensible que el embarazo la tenía, tan receptiva.

Separando sus piernas lo justo para facilitar su entrada se quedó inmóvil cuando el cuerpo debajo suyo se movió levantando su voluptuoso trasero, un adorable ofrecimiento a que la hiciera suya era lo que Della quería decir.

La penetró sin decir nada haciendo a su madre gritar adolorida, quedándose quieto la dejo acostumbrarse a su tamaño, la vio respirar consecutivamente y cuando creyó que había sido suficiente comenzó a embestir.

Apartando sus manos de su montículo y de la encimera plantó sus manos en un fuerte agarre sobre sus caderas atrayéndola hacia su cuerpo aumentando las penetraciones, martillando su hinchada vulva en frenéticas acometidas, no deteniéndose, implacable; sudorosas y débiles manos resbalaron de la encimera al ser llevada hacia el fornido cuerpo de su hijo gritando y gimiendo cuando se adentraba en ella.

— Dos semanas mamá, y estas tan apretada — pudo oír la ronca voz de su hijo jadeando en su oído.

— Hijo...

— ¿Qué sucede mamá? ¿quieres que me detenga?

Ante sus palabras su pelvis dejo el movimiento que tanto parecía gustarle a ambos, una mano cayó en su cabello seguida de otra.

— ¡No!

Tirando de su cabello llevo sus caderas hacia atrás empotrandose en el, un gemido aún mayor desgarro su garganta ante la ímpetu de su madre.

— ¿No? ¿entonces que quieres? — dejando mostrar el cabreo que aún ardía en su pecho dejo una mano caer en su cabello logrando que soltara el propio llevando su cabeza hacia atrás logro hacerla mirarlo a los ojos, su pelvis moviéndose con mayor ímpetu chocando contra los glúteos ya enrojecidos ante cada bofetada — ¿Así? ¿Así quieres que te folle mamá?

Ella soltó un lloriqueo no sabiendo que sucedía con su cuerpo, el tirón en su cabello debería haberla conmocionado y hacerla querer suplicar porque la soltase, pero no, el agarre aumentó su placer y más al ver el rostro de su hijo.

— ¿Te gusta así, madre?

— ¡Si!

Satisfecho ante su respuesta besó sus labios profundizándolo en el instante que un gemido surgió de ambas bocas, lenguas húmedas encontrándose, un tirón en su cabello hizo separar de esa boca que la introducía en un mejor mundo.

— ¿Entonces por qué carajos me quieres fuera? ¿Por que me alejas?

— Es...mejor.

Un gruñido resonó de su pecho disgustado ante sus palabras.

— ¿Para quien? ¿para ti? ¿para el?

Cerrando sus ojos quiso separarse de el para conversar las cosas como debían, pero el no la dejo y la inmovilismo contra la encimera agarrando sus manos las dejo caer en el borde de esta dejándola inmovilizados debajo suyo, aún así siendo sacudida ante las penetraciones que no se detenían y sólo la hacian jadear más alto.

— Hijo, ya hablamos...

— ¡No! Tu hablaste madre, ahora yo voy a hablar — flexionando sus rodillas la posicionó sobre sus muslos esforzándose al darle mayor placer, a enloquecerla y tener lo que quería dicho por su boca — ¿Estás de acuerdo en tener a nuestro bebé?

— S-si.

— ¿Lo dejaras saber que yo soy su papá?

— Si.

— Entonces ¿por qué armar tanto problema cuando lo único que debes hacer es divorciarte de papá y ser mi mujer?

— No es...no es, co-correcto.

— ¿No? ¿esto no es correcto madre? — para enfatizar sus palabras la llevo contra la encimera presionando su pelvis contra su culo, hundido profundamente en ella quien sacudiéndose empezó a jadear — Esto es delicioso, se que te encanta tenerme en tu interior, follando tú jugoso coño.

— No creo...

Deslizando sus manos debajo de su blusa acuno sus pechos adorando la forma en que tembló entre sus manos, deslizándose en su interior hacia afuera con cortas acometidas pistoneando su húmeda curva, oyendo sus placenteros gemidos cerró sus ojos saboreando el momento.

Ella como el bebé en su interior eran suyos, y nadie se los quitaría.

— Una vida así mamá, imagina cada mañana despertando juntos, cada tarde conversando o saliendo a cabalgar y cada noche en nuestra cama haciendo el amor ¿no se escucha bonito?

Mordiendo sus labios sus ojos se empañaron ante las imágenes que surgieron en su mente, dulces imágenes de un cálido despertar junto a un cuerpo más fornido y duro, ya no más estar sola, unas tardes de frío inviernos juntos acurrucado en la sala rodeados por una manta cerca de la chimenea, y noches tras noches de absoluto amor.

La imagen de su bebé en brazos de su hijo, de Marcus, sólo ablando más su anhelante corazón.

Siempre quiso tener más hijos, muchos hijos a los cuales mimar, una niñita, un dulce corazón al cual enseñar y mostrar todo lo que la vida le ha enseñado, se vio rodeada de sus hijos en un hermoso campo con millas envueltas de un frondoso pasto y sus centenares de girasoles, sus flores favoritas.

Y allí junto a ella estaba Marcus, acunándola en sus brazos, besandola con pasión, acariciando su cuerpo como un esclavo a una deidad.

— Si.

— Entonces déjalo, divorciarte de papá y se mía.

Su corazón dio un vuelco mandado esa hermosa imagen lejos suyo volviéndose inalcanzable, casi lloró ante esa perdida, pero cuando vislumbro a su esposo, su Franco, sólo y triste, sin ánimos de seguir una vida, arrugado por el malestar de que su esposa se le hubiera sido arrebatada por su propio hijo...solo hizo a su corazón sangrar.

No podía hacerle eso ¿verdad?

— No creo...

— Deja de pensar en él, piensa en ti, en nuestro bebé y como se sentirá cuando sepa que dejaste a su padre por otro hombre a su cuidado, no intento hacerte ver como la mala pero ante otros ojos, yo diría que estas sólo pensando en como mi padre se lo tomará.

¿Lo estaba haciendo? Dudas inundaron sus pensamientos ante dichas palabras, la habían criado para complacer a su hombre y ser una dulce madre para sus retoños ¿qué estaba haciendo? Un bebé, ella tenía un bebé en su vientre y el padre de dicho bebé estaba dando todo de si para que no lo apartase, para tener una vida juntos y cuidar de ellos.

Pero ¿qué pasaría con...

— ¿Lo dejarás?

La pregunta que mas temía pero a la cual sólo veía una respuesta, pero incluso antes de decir una palabra el ruido de ruedas en el camino hizo que alarmas sonaran en todo su cuerpo.

— Marcus, hijo ¡es tú padre! ¡volvió!

— Mierda.

Saliendo del interior de su madre se puso en cuclillas deslizando la falda en su lugar como su blusa, separando sus cuerpos se colocó su ropa interior para correr al cuarto y ponerse tanto pantalón como camiseta.

Al salir al pasillo vio a su madre nerviosa mirando con temor hacia la puerta, dicha donde segundos después golpes resonaron, en seguida supo que no era su padre pues este no golpeaba la puerta.

Acercándose abrió la puerta encontrándose con quien supuso era el sheriff del pueblo, quien al ver a la persona que abrio la puerta una mirada de desconfianza se filtró en su rostro.

— Buenas tardes sheriff...

— Tompson, Bernard Tompson, ¿señor...

— Marcus Kensel.

Estrechando sus manos el sheriff miró aprehensivo al hombre que tenía el mismo apellido que Franco, el dueño del lugar, había visto algunas veces a dicho hombre cuando compraba víveres o ropa nueva de invierno para su esposa, y pudo notar el sorprendente parecido entre ambos.

Supo que eran hermanos, lentamente dijo:

— ¿Se encuentra la señora Kensel?

— ¿Sucede algo? — Della acercándose se colocó a un costado de su hijo viendo al sheriff del pueblo.

Al verla el sheriff Tompson llegó a varias conclusiones, la mujer está despeinada, desaliñada y al parecer agitada, sabía muy bien qué la llevaría a tales condiciones y al dar un vistazo al hombre que se encontraba a su lado notó también estas características como el disimulado acercamiento entre ambos.

Apretó sus labios para darle una mirada de pena a la mujer tratando de hacerle ver que compartía su pesar.

— Señora Kensel, lamento ser quien traiga tan malas noticia a su hogar y si en cualquier momento necesita mi ayuda este segura de que puede llamarme — murmuro retirando el stetson de su cabeza — Hace una hora fuimos notificados por el gerente de las montas de toros donde me notificaron que el señor Franco Kensel luego de una caída a uno de los toros más grandes sufrió graves contusiones en la cabeza, al ingresarlo al hospital supieron que ya era demasiado tarde, el señor Kensel murió esta mañana, tenga mis más sinceros pésames.

Della no soportando tales noticias sintió su cuerpo temblar para caer en un estado de inconsciencia.

 

🌻 🌻 🌻


— Allí, sólo se ha desmayado.

Colocándola en su cama ambos, Marcus y el sheriff, salieron de la habitación en un tenso silencio.

— ¿Es usted hermano del señor Kensel?

Deteniéndose a mitad del pasillo miró al sheriff quien parecía además de curioso aprehensivo ante su presencia en la casa, sabía lo que había visto cuando su madre había aparecido en la puerta. Una mujer desaliñada como también lo estaba él, sabía que iba a hacerle preguntas y aunque le hubiera gustado decirle que se metiera en sus propios asuntos supo que era mejor sacarse al sheriff lo antes posible.

— Soy el menor de los Kensel.

— Entiendo, usted ¿usted tiene alguna relación con la señora?

— No se si mi hermano era una persona agradable con la gente del pueblo, y aunque no quiero que sepan de nuestro arreglo me temo que por el fallecimiento de Franco me verá aquí mucho.

Esperando que la mentira que había hecho en su cabeza fuera creíble dijo:

— Hace varios años cuando Franco y Della vivían en otra ciudad yo había perdido trabajo así que les pedí si podían darme asilo por unas cuantas semanas, ya vera que vivir con ellos no fue el paraíso...por un tiempo, pero luego Franco se fue a sus rodeos y nos dejo solos.

Della es una mujer hermosa y puedo asegurar que ella no lo empezó, puede decirse que hubo veces que me aproveche de ella pero pasamos meses así, fuimos amantes hasta que Franco volvió y conversando con el le dije lo sucedido.

Soltando una risa seca miró hacia un costado para darse un golpecito en la mandíbula.

— El cabron me golpeó por haber tocado a su mujer, pero algo sucedió que al siguiente día se posicionó frente mío y me dijo que Della me amaba, el siempre hacia lo que su esposa quería y bueno...desde hace varios años llevamos compartiéndola.

El sheriff anonadado miro con mayor desconfianza al hombre no creyendo sus palabras, se cruzó de brazos.

— ¿Espera que me crea eso? Usted no ha sido visto nunca en el pueblo por años y ahora regresa para hacerse con la mujer de su hermano.

— No es lo que usted crea sheriff, esto es algo entre mi hermano su esposa y yo, aún así le diré mis motivos para estar alejado por tantos años...luego de unos años de estar juntos Della salió embarazada pero lamentablemente a los cuatro meses lo perdió y yo cual cobarde corrí lejos, no podía estar cerca de ella y no haber podido hacer algo por ella.

— ¿Acaso fue su culpa el que ella lo perdiera?

— Ella había tenido sus dolores, se había quejado y yo sólo le dije que eran contracciones leves que lo había leído en Internet, no fue hasta que vi la sangre escurrir de entre sus muslos que supe que no era algo normal, lo perdió y yo no pude hacer nada, hui, pero ya no más...ahora ella me necesita.

 

🌻 🌻 🌻


El funeral estaba lleno de personas que desconocía, no había estado mucho en el pueblo para saber quién era quien y quienes eran amigos de su padre. Acariciando la cabeza de su madre mientras está se sacudida en furiosos solloz tuvo a su corazón llorando por ella, no le gustaba verla así y mucho menos estando tan sensible por las hormonas.

La caja pronto debería cerrarse pero pidió un segundo con su padre, claramente diciendo que debía darle algo a su hermano.

Soltando a su madre la dejo en el asiento para frente a todos aquellos desconocidos acercarse a este y ver en su interior a su padre, aún cuando el dolor por la pérdida era grande no se permitió sentir más dolor que el de ver destrozada a su madre.

Sacando un sobre de su bolsillo lo colocó entre los dedos de su padre, quiso sonreír recordando que dentro de ello se encontraba una de las pruebas de embarazo que su mama se había echo.

Inclinándose susurró en su oído:

— Ahora ella es mía.


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