C A P Í T U L O 1

SO NAUGHTY

CAPÍTULO UNO

 

- ¿Sabes dónde está Zoy?

Desde que habían llegado a la fiesta había perdido de vista a su hermana, su melliza, una melliza que había elegido como atuendo algo más que indecoroso como provocativo ¿qué estaba pensando al ponerse algo así? Lo único que lograría es que la mayoría de pivos se le tirasen encima.

Ante la idea plasmada en su mente su mandíbula se apretó, besos en su mandíbula se tornaron melosos como estúpidos.

- ¿La has visto?

Preguntando hacia su novia, Trisha, vio que la pregunta era más que estúpida y no era porque no debería meterse en la vida de su melliza, el debe, pero lo que no debería es preguntarle a la única persona con los humos ya subidos.

A Zeb le gustaba su novia, era una buena piba para hacer de cuento de hadas inventando un absurdo noviazgo de enamorados cuando la cosa era más que clara, para ellos, la relación era por mutuo interés ¿ella? Pues le interesaba la plata que su novio tenía hasta los pelos ¿el? Le interesaba desgastar al bastardo entre sus piernas contra la chica que su bolsillo puede pagar.

Interesada.

Eso era lo que era, sabía que como ella habían un montón de mujeres y aunque aquello sólo le traía repulsión sabía que su uso era más que necesario, prefería estar entre aquellos muslos que se han abierto ante muchos que entre muslos más suaves, más carnosos y más familiares.

La idea de abarcar aquel cuerpo trajo al bastardo a la vida, poniéndose duro en segundos listos para montar a una hembra más que fértil ¡por un demonio! Apretando sus ojos se maldijo ante aquellos pensamientos...se suponía que no debería pensar así, se suponía que su único deber era protegerla de todo imbécil que quiera abrirla de piernas y gozar de su cuerpo.

Pero era tan difícil cuando el quería hacer lo mismo.

Fue hace unos años, desde que ambos abarcaron la madurez cuando la cosa se puso sería entre ambos, antes, las bromas y risas abarcaban los días como algo más que habitual, las diminutas peleas de manos eran sólo aquello y vivir juntos en un mismo departamento se creía una más que estupenda idea.

Dado lo unidos que eran.

Pero algo se le había pasado por alto, desde que tiene memoria sabe cuán de celoso y posesivo es con su hermana, cuán de metiche es de su vida personal y fue una noche donde había querido saber que estaba haciendo cuando vio algo que no debería haber visto.

Recuerda haberla encontrado en su cuarto más detallado en la ducha, las mejillas enrojecidas, el cuerpo húmedo, las pupilas dilatadas, sus labios separados ante los jadeos soltados, una mano abarcando un jugoso seno y la otra con los dedos acariciando los húmedos labios de su coño.

La había encontrado dándose placer y la vista era más que delirante.

Por suerte suya, ella no lo había visto y por tal motivo dejándose caer contra la pared habia deslizado su bragueta acariciando su polla escuchando a su hermosa hermana gimoteando.

Había llegado.

Como nunca antes.

Y eso había asustado la mierda fuera suyo, golpeado ante lo que había hecho corrió despavorido fuera de la habitación encerrándose en su cuarto intentando así olvidar lo que segundos antes había echo, fue ese día cuando dejó las peleítas, las bromas, dejó de estar cerca suyo y fue también ese día cuando hizo el trato con Trisha.

Llevarla todos los días al departamento y llenarlo con gemidos y el olor a sexo había sido como un trabajo, y estaba cansándose de ello, cansándose de alejar consecutivamente a la única persona que sabe nunca olvidará.

¿Era tan necesario avasallar sus deseos hasta pulverizarlos?

Aunque estos nunca disminuyeron.

Sintiendo la humedad lengua deslizarse por su mejilla soltó un tosco bufido apartando a su atónita novia y sin responder sus llamados ni los de sus amigos recorrió el antro buscando a su hermanita, pero segundos después de haber ingresado a la pista fue flanqueado por un número inusual de mujeres que no repararon en sus métodos, deslizándose contra el, tocando sus músculos, rozando sus senos contra sus brazos.

- ¡Apártense!

No midiendo su tono de voz las vio saltar y mirarlo sorprendidas, comprendía, el nunca se había sobrepasado de tono con ninguna mujer, con nadie, y aunque un destello de culpabilidad quiso hacerlo disculparse su cuerpo ya se estaba moviendo lejos.

Caminando entre la multitud, recorriendo el bar, buscando por los baños -tanto de hombre como mujeres- había llamado a su celular cabreado al recordar que lo había dejado en el auto, pero al no encontrarla decidió volver donde sus amigos encontrando a su novia inhalando una línea blanca que al tirar su cabeza hacia atrás al verlo le dirigió una torcida sonrisa.

- ¿Qué paso, no encontraste a la zorrita?

- Cuida lo que sale de tu boca - acercándose agarró fuertemente su barbilla haciéndola soltar un quejido - Te recuerdo que está mierda se termina cuando a mí me de la gana, entonces toda esa pasta que tanto gozas desaparecerá.

- Tenemos un trato.

- Los tratos se rompen - murmuró aburrido sin soltar su barbilla - Te trace una línea y estas hurgando el borde en busca de mí límite ¿quieres saber qué pasará el día que esto se termine?

Negando lo miró cabreada.

- El día que esto se termine por tú culpa, tendrás una deuda conmigo - sus ojos se abrieron ante la sorpresa y el horror - Toda esa mierda no es barata, ya sabrás que tú suma es mayor de la que crees, maldita adicta.

- No soy una adicta - gruñendo sus uñas se clavaron en sus brazos tratando de liberarse, más no pudo.

Tan patética.

- Lo eres, y tanto como lo eres sabrás que no soy misericordioso ¿quieres mi dinero? Cuida lo que sale de tu puta boca, mi hermana es intocable, tu o quien sea le hace daño y no saldrá nada bueno de ello.

- ¿Tú hermana? - soltando una risa llena de molestia mirándolo como si fuera un idiota, la dejó caer en su lugar viendo como lamia sus resecos labios - Es en lo único que hablas: mi hermana esto, mi hermana aquello ¿qué? ¿acaso se te pone dura con ella?

El de reojo vio como tanto Lexter como Malec se removían en su lugar, intercambiando miradas de sumo deleite por algo a lo cual estaba ciego, ellos eran hermanos de Trisha y por lo tanto compartían las mismas adicciones, vaya mierda de familia ¿no?

Ya cansado volvió a ver a su novia quien divertida se sacudia lentamente con la música, acercándose acaricio su rostro para luego sonreír.

- ¿Te conté que soy dueño de esta discoteca? - deleitado ante su asombro vio como sus hermanos se tensaban - Me lo gané con una partida ¿qué fácil, no? He estado partiéndome el jodido cuello para sacar esa mierda que aspiras cada puto día de aquí ¿cuántos cargos crees que tendrás si dejo a mis guardias llamar a la poli?

- ¿Policía?

Dejando su mirada ir hacia donde uno de sus hermanos parecía temblar de miedo, se levantó y fue hacia el.

- Habla, y quizás haga algo por ti.

Sus ojos se removieron de Malec a Trisha quienes sólo al ver como su pequeño hermano dudaba el pánico fundió sus estados dejándolos lúcidos.

- ¿De qué estas hablando? ¡nosotros no hemos hecho nada!

Sin dirigir una sola mirada hacia Malec levantó una ceja incentivándolo a hablar, Lexter viéndose dudoso empezó a balbucear.

- Yo no sabía...ellos no me dijeron nada, pero vi...yo vi como ese tipo...

- ¿Tipo? ¿qué tipo?

- Uno con playera azul y cabello plateado...

- ¡Lexter, cierra tu puta boca!

- La que debe cerrar la puta boca eres tú ¡no quiero ir a la cárcel!

Entre hermanos comenzaron a soltar alaridos mientras Zeb se impacientaba, no tenía tiempo para está mierda, con una mano llamó al guardia mas cercano señalando a su novia y sus hermanos para que los sacara de allí.

No tenía tiempo que perder.

Si no estaba en el bar, en el baño o en la pista de baile, sólo había un lugar donde podría estar...y la simple idea hizo a su cuerpo tensarse.

Había una zona que sólo era para cosas...privadas, una idea que había tenido desde hace tiempo y había revolucionado, el lugar estaba equipado por completo para los placeres de cada quien. El no se andaba en lo del sado pero le gustaba el control.

Los que custodiaban la puerta al verlo se tensaron, sus ojos se entrecerraron sospechando al instante de ellos.

Sin perder tiempo discutiendo con ellos paso por sus costados diciendo: Despedidos. Para así entrar y ver con sus propios ojos como su hermana era toqueteada por el mismo tipo que el imbécil había descrito, su cabello era plateado y la playera estaba tirada en el suelo.

 

 

  

Regla#1:

Nunca tocar a su hermana, nunca.

 

 

 

- Date por muerto.






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