SO NAUGHTY
CAPÍTULO DOS
— ¡Zeb!
Escuchaba su voz como un eco a la distancia, como un susurro sin importancia porque lo más importante ocurriendo en aquella habitación era el sonido de puño chocando contra piel.
Una y otra vez.
La sangre ya cubría sus manos, su camiseta, su rostro pero incluso así no se detuvo, no podía, la sangre fluía junto a la adrenalina por sus venas y un cabreo que no podía detener cubría su visión...el había tocado a su hermana, a su hermana.
Nadie podía hacerlo, sólo el.
Sólo el.
— ¡Zeb detente!
La escuchó de nuevo, ese dulce sonido haciendo desviar su concentración ¿qué estaba haciendo? Se preguntó mirando al cuerpo lleno de golpes y sangre que con una mano sujetaba su cuello, su otra mano levantada en un puño lleno de sangre con los nudillos destrozados listos para golpear.
Golpearlo.
Parpadeando soltó un bufido tirando al tipo contra el suelo produciendo el inconfundible sonido de su cabeza como cuerpo chocando contra el duro suelo, más no le importó, limpiando sus manos en el baño privado salió encontrando a su hermana en cuclillas contra una pared sentada en el piso mirando con ojos llenos de horror al cuerpo en el suelo.
Hizo una mueca.
Hubiera preferido que ella no viera esa parte suya ¿pero qué podía hacer? El asunto ya estaba hecho y resuelto, no había un botón para inhibir a su hermana de todo ello.
Sacando su teléfono llamó a los de seguridad indicándoles sobre el cuerpo y qué hacer con el, no lo había matado, pero la próxima vez lo pensará dos veces antes de cometer alguna estupidez.
Acercándose a su hermana le tendió una mano que ella miró aprehensiva.
— Venga, vámonos a casa.
Siguió viéndolo de la misma manera por lo tanto sin importarle las complicaciones que ello le traería la tomó por la cintura y colocó su liviano cuerpo sobre su hombro.
— ¡Bájame!
Su aroma lo rodeó, algo dulce como pétalos de rosa y ese aroma cálido y suave que sólo una mujer poseía, sucedió lo que tenía que suceder, su polla se hincho, sus bolas se llenaron...su cuerpo se llenó de tenso deseo, una pasión que quería descargar en alguien.
Sólo debería encontrar ese alguien.
— ¡Joder Zeb! ¡suéltame!
Saliendo de la discoteca no sin antes indicarle a su segundo al mando que se encargara de cualquier problema, se vio analizando sus palabras: Joder Zeb...si...el quería que ella lo follara, ya saben montando su polla, sacudiéndose en crudos gemidos, abofeteando su carnoso culo contra sus bolas, y sus uñas enterradas en su cabello mientras se tragaba sus gemidos con su boca.
Y su precioso, precioso, coño envuelto en su polla cual guante suplicando con un dulce sonrojo por ser llenado, llenado por el, sólo el.
Colocándola en el asiento del copiloto vio divertido como sus ojos lo fulminaban pero sin intentar nada más se quedó quieta mientras el rodeando el auto se colocó tras el volante manejando con prisa hacia el departamento que compartían.
Ella no habló en todo el camino, por lo tanto el tampoco lo intentó...aun así al llegar y ver como salía corriendo unas ansias de correr tras ella y someterla lo cubrió de pies a cabeza, apretando sus manos en el volante se negó a hacerlo, no podía, no con ella.
Este era el momento indicado para girar e irse de nuevo a su discoteca y agarrar a cualquier mujer en su camino para poder descargar las malditas ganas que todavía lo recorre.
Diablos, debería hacerlo.
Pero no, salió del auto recorriendo el camino hacia el elevador y entrar al departamento que compartían, al no verla en la sala fue a su habitación...no sabía porque iba, era una tortura tenerla para el sólo y no hacer...
— ¿¡Qué demonios fue eso Zeb!? ¡no tenías que golpearlo así!
Su dedo incaba reiteradas veces sus pectorales mientras gritaba contra el lo bruto que era, levantando una ceja vio con curiosidad como no dudaba al tocarlo.
Antes de ese día ya ni siquiera se le acercaba, los abrazos se acabaron al mismo tiempo que apareció su novia.
— ¡Eres un imbécil!
— ¿Imbécil? ¿de qué demonios hablas? Ese tipo está manoseándote Zoy ¿por qué jodidos lo defiendes?
— ¡Yo quería que lo hiciera!
Alejándose fue a su cama recogiendo almohadas en sus tiernas manos.
— ¿Cómo que querías? — desconcertado tras sus palabras cogió la almohada que le tiraba evitando que le diera en el rostro — ¿Por qué querrías ello?
— ¡Soy mujer Zeb! ¡eres un hombre así que debes entender que buscaba tras ello!
Comprendiendo su cuerpo se tenso mientras sus puños se cerraban ¿ella quería...? ¿ella iba..? ¡Demonios! ¡eso no iba a suceder!
— ¡Ibas a dejar que te jodiera ese...
— ¡Si! ¡lo iba dejar!
Viéndola gritar entre las sábanas no pudo soportarlo más, dio vuelta yendo a su cuarto escuchándola gritar su nombre y que no podía dejar las cosas así.
— No voy a dejarlas así, hermanita.
Cogiendo de un nuevo paquete que le habían enviado con muestras de los nuevos artefactos para el salón del placer en la discoteca lo abrió recogiendo una pañoleta de seda roja y negra más un antifaz de color rojo, la iba a tener, toda suave y sumisa...una sonrisa asomó por sus labios, también estaría furiosa y gritando porque la soltase.
¿Lo haría?
Ni por asomó, si...ella iba gritar como nunca lo había echo, lo iba a hacer...con el en su coño húmedo acogiéndolo.
Saliendo de su cuarto sacudió su cuerpo preparándose para lo que vendría, nada malo, pues no eran nervios lo que recorría su cuerpo...claro que no, determinación, excitación y un crudo deseo lo estremecían de pies a cabeza. Entrando a su cuarto ambos se miraron a los ojos antes de que los ojos de su preciosa hermana fuera a los objetos en sus manos.
— ¿Zeb? ¿para qué es eso?
Divertido ante su tono aprehensivo pero levemente interesado empezó a caminar hacia ella.
— ¿Esto? — levantó las cosas — Cada uno es para ti, hermanita...ahora quiero que pienses ¿Dónde las pondré y por qué?
Ella fruncido su ceño sin entenderlo y ante su desconcierto aprovechó para ir contra ella tomando ventaja para ponerse a horcadas suyo elevando sus manos las ató juntas con la seda, su cuerpo se retorcía de lado a lado.
— ¡Zeb! ¿qué crees que estas haciendo? ¡déjame! ¡suéltame!
Debería haber traído las tobilleras para así haber mantenido sus piernas quietas, pero si lo hacia ¿entonces como tendría sus piernas rodeando su cadera cuando la estuviera follando?
Rápido, le colocó el antifaz antes de moverse a su cuerpo tirando de su ropa fuera de su cuerpo tuvo que destruir su vestido ya que sus manos estaban atadas juntas.
— Zeb, Zeb ¿qué estas haciendo?
Sorprendido ante la agitación en su voz miró detalladamente su cuerpo sorprendido al encontrar sus pezones tiesos, sus hermosos pezones de un suave rosa que cubrió con su boca.
— Sin brasier y unas bragas diminutas.
Murmurando su desacuerdo ante ello siguió recorriendo con sus labios las protuberancias presionando sus piernas con las suyas para mantenerla quieta, con su lengua recorrió la aureola que lo rodeaba viendo fascinado como su pecho se elevaba en contra suyo, pechos sensibles, la idea le gustaba.
Deslizándose entre sus pechos fue bajando por su abdomen mordiendo la piel que cubría su abdomen mientras con sus manos tiraba de la minúscula tela que cubría su sonrojado coño, llevo su rostro hacia esa parte siendo detenido por un tirón en su cabello mirando hacia arriba encontrando el antifaz aún en su lugar pero sus manos ya no sobre su cabeza.
— No hagas...— la vio lamer sus resecos labios — No hagas esto, eres mi hermano...no podemos, no debemos.
— ¿No podemos? — soltó una leve risa mientras abría sus piernas de par en par viendo con sumo deleite su coño descubierto de vello, con un sonrojo y parte de su jugoso placer deslizándose de su interior — ¿No debemos? Oh mi hermanita, mi preciosa hermanita.
Fue inclinándose hacia ella
— ¡No! ¡Zeb, por favor no lo hagas!
Soltando un bufido la miró.
— Dame una razón.
— ¡Somos hermanos! ¡Mellizos! ¡Esa debería ser una razón más que suficiente!
— No para mí — negó desinteresado para inclinarse a ella, más su hermanita empezó a intentar cerrar sus piernas rechazándolo, no la dejó — Ok, te diré lo que pienso hacer.
La vio respirar hondo.
— Voy a poner mi boca en tu dulce coño, te voy probar, chupar, te voy a hacer correr en mi boca, quiero oírte gemir hermanita, luego...voy a deslizar mi polla en tu codiciosos interior, me voy a enterrar por completo en ti...te haré venir, te haré gritar y cuando estés toda lánguida como satisfecha voy a llenar con mi semen tu pequeño coño...
— No, no puedes, no estoy...
— ¿Cuidándote? — acaricio sus muslos temblorosos — Se todo sobre ti Zoy, como sé que si dejo mi semen en tú interior te voy a dejar embarazada ¿y sabes qué? Me importa una mierda, quiero llenarte con mi bebe y nadie va a detenerme, ni siquiera tú.
Dejo caer su boca sobre ella lamiendo sus jugos, chupando sus hinchados labios, pellizcando con sus dedos su sensible clítoris la escuchó gemir desesperada porque no quería eso, más su coño decía lo contrario, eso Zeb estaba viendo, con el mismo placer que empañaba su sexo introdujo sus dedos en su estrecho canal.
Sabía que no era virgen.
Pero también sabía que llevaba un largo tiempo sin sexo, ella estaría apretada, una dulce agonía que estaba dispuesto a poseer.
Hoy era el día, por eso...no se anduvo con misericordia, chupó, lamió, acarició y mordió su sexo hasta que su hermana gritó fuertemente su orgasmo encerrando su cabeza con sus muslos mientras sus manos aún unidas tiraban de su cabello contra su coño preciosamente húmedo.
— Perfecta — susurró con aprobación en su voz mientras saboreaba la corrida de ella aún en su lengua, deslizó su mano por su barbilla para bajando su pantalón junto a su bóxer acariciar su falo.
Estaba duro, quería correrse pero ahora no podía perder ni una sola gota de su semen en cualquier lugar...todo era para su hermanita, todo sea para dejarla embarazada.
La vio tendida en las sábanas con la respiración agitada, su pecho subía y bajaba ante cada suspiro hipnotizándolo con el hermoso movimiento de sus suaves senos, quitándose su camiseta se colocó entre sus piernas ya abiertas que lo acunaron con su calor, deslizó la punta de su polla contra los aún hinchados labios de su coño jadeando ante el placer que eso le dio, la vio suspirar.
Sabía que no se resistiría.
Dejando caer sus manos en la cama acunó los glúteos de su trasero, apretujándolos la colocó en posición para de una sola embestida entrar en ella, y es lo que hizo.
— ¡Dios!
Se quedó sin aliento, había follado muchas mujeres, muchas vírgenes, pero ninguna como a su hermana, el placer que recorrió su cuerpo lo desconcertó ante lo intenso que era...no lo entendía y aún así respirando hondo y sin soltar el agarre en sus glúteos empezó a mover su pelvis.
El intenso choque que producía la punta de su polla contra ese punto erógeno que sabía alcanzaría en dicha posición lo volvió loco, en segundos se encontró empujando, y empujando, y empujando como un animal en celo deseando más delicioso frotamiento.
No se contuvo.
Se dejo caer plantando sus manos a los costados de su pequeña cabeza para mirarla fijamente mientras pistoneaba contra su dulce cueva, su boca rosa cual pétalo estaba entreabierta soltando indecorosos gemidos mientras sus caderas inquietas se movían queriendo igualar sus embistes.
No podía.
Acercándose dejo caer sus labios contra los suyos besandola tal cual sus caderas la embestían, no podía hacerlo despacio y tampoco es como que quisiera, el sudor empañaba sus cuerpo...el cabello pegándose a su frente, los jadeos duraban segundos mientras seguían devorándose el uno al otro.
Su polla tembló ante el orgasmo, como también la sintió tensarse.
Dejo de besarla para dejar caer su frente sudorosa contra la de ella.
— ¿Quieres esto? ¿quieres a mi bebé, mi amor? — los ojos de su hermana se abrieron sorprendidos ante sus palabras de tanto afecto como súplica — Si dices que sí, debes saber que de ahora en adelante serás mía, solo mía porque yo nunca comparto y mucho menos a ti, yo también seré tuyo ahora y para siempre ¿qué dices? ¿Acep...
— Acepto.
Sonriendo ante su respuesta inmediata dejó caer sus labios sobre los de ella, besándose mientras su simiente se regaba en el fértil canal que lo acogía, impregnándola con su aroma, con su bebé.
Regla#2:
Complacer a su mujer, siempre, aún cuando ella no lo vea así.
Ahora ella era suya.
A N T E R I O R - S I G U I E N T E
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