STEPS
CAPÍTULO QUINCE
Peyton
—
¿Enloqueciste?
— Que no
¿por qué no me apoyas en esto?
— Porque no
entiendo a que viene tal estupides ¿un tatuaje Pey? ¿desde cuándo vienen
llegando estas ideas tan idiotas?
Agradecia que no estuviéramos
hablando de frente sino lo hubiera pateado en sus pelotas ¿idea loca? ¡claro
que no lo es!
Sacando el teléfono de mi
oído lo tome con mi otra mano mientras rebuscada en mis cajones mis pastillas,
se que aún me quedan algunas.
— Te aseguro
que no vinieron de ayer, siempre he querido tatuarme, puedo asegurarte cinco
tatuajes que anhelo que estén pintados en mi piel.
— ¿¡Cinco!?
¿cómo que cinco? ¿dónde te entraran cinco tatuajes? ¿acaso planeas tatuarte tu
vagina?
— Por su
puesto que no tarado.
Cerrando los cajones fui a
mi mochila de viajes donde ya había buscado pero pude haber pasado por alto
algún bolsillo.
Estoy entrando en pánico,
no puedo no tener pastillas...¡necesito las pastillas! No quiero volverme una
masa temblorosa con agudos dolores en la espalda ni tener unas horrendas ganas
de vomitar y ni ganas de tomar un sorbo de agua.
¡Sólo no puede ser!
— Aparte
¿quién dijo que serían enormes?
Quedó en silencio su lado.
— ¿Cuán
chiquitos?
— Tan
chiquitos como tu pene.
— ¿Disculpa?
Mi polla está muy bien provista y lo sabes perra envidiosa.
— No es como
si quisiera una polla, estoy a gusto con morderlas con mi boca.
— Y yo
también.
No quise llevar nuestra
charla hacia el grosor de cierta polla que quería mantener en la ignorancia, ya
tenía cuatro gloriosas pollas que adoro recordar en mis frías duchas y una que
otra solitaria noche.
— Maldita sea.
Soltando un resplido
seguido de más maldiciones corro hacia mis carteras de mano, a mi mochila, a
los cajones, a el baño, rebuscando en cada recoveco de mi habitación...al
final, no encontre ni una jodida pastilla.
— ¡Mierda no!
— ¿Peyton?
¿qué esta sucediendo?
Casi había olvidado tener
a Quan en el otro lado de la llamada, pero aunque confiaba con mi vida en él no
le había contado acerca de mi pequeñisima cosita dejándome ser una drogadicta
consecutiva del omeprazol y más cuando debía mantener este implemento cuando en
mi sistema estaba la inyección que dejaría que no caigan bebitos en mi abdomen.
— No pasa
nada ¿hablamos luego ok? Tengo que ir a clases.
— No te
salvas de esta, nos vemos en la cafetería.
Colgando tiré mi teléfono
en la cama, respire hondo y de pronto recordé las advertencias de la doctora
recordandome el tomar mis pastillas en el momento exacto, ni un minuto más ni
uno menos, cada una en la hora que es...y hoy al parecer no sería así.
Y tampoco podía ir a
comprarme unas ahora, tenía mis clases más importantes hoy sin olvidar el
proyecto que debíamos presentar en grupo.
Mi cabeza empezó a doler.
— Mierda.
Con esa inyección los
síntomas de mi gastritis eran peores, habían momentos de que no tenía apetito,
o que tenía ganas de vomitar...inclusive las migrañas eran un grano en mi culo.
Recogiendo mi mochila y mi
teléfono salgo de mi cuarto y de la fraternidad, no tengo tiempo para desayunar
pues en la búsqueda de mis pastillas los minutos se desplazaron como un
rastrero gusano, tengo cinco minutos para llegar a mi clase y eso es una
completa mierda.
Sin pastillas y sin
desayuno.
¿Qué mas podría salir mal?
(….)
Debería haber tenido mi
maldita boca cerrada, sabía que cuando dices esa maldición de cinco palabras
algo malo sucedía y ahora me encontraba temblando como una hoja en el frio
invierno, con mi cabeza palpitando, sudando y con unas horrendas ganas de
vomitar.
¿Había algo bueno?
Pues, había evitado a Quan
todo el dia quien parecía buscarme en cada jodido lugar...mis hombres tambien
me han llamado y aunque odio hacerles esto no quiero que me vean así, no se
como me veo y aunque no quiero saberlo algunos han estado preguntándome si me
siento bien...incluso los profesores me dicen que si me sentía mal que fuera
donde la doctora.
La propuesta era tentadora
pero sabía que allí no me darían omeprazol, no sin una reseta y aunque la tenía
estaba en mi cuarto de la fraternidad en algún lugar al cual desconozco.
Vi la hora en mi teléfono,
3:26 de la tarde y sólo había podido comer un sandwich como almuerzo.
Se supone que debo tomar
una pastilla cada doce horas ¿como un sólo día sin la pastilla puede ponerme
así? No lo entiendo, esto es demasiado.
— ...recibiré cada tarea
en mi correo hasta la fecha estimada, esta vez espero que no hayan más errores
señor Bucades — la risa de la clase hizo doler aún más mi cabeza, aumentando mi
deseo de querer irme de aquí — Que tengan buen día.
Odie ver mi mano temblar
mientras recojo mis cosas y prácticamente me deslizó hacia la puerta, llegando
afuera miré sorprendida a la pared que se interponia en mi camino.
Una pared de músculos y
ceños fruncidos que pasaron de la ira a absoluta preocupación.
— ¿Cariño, que sucede? No
te ves nada bien — Ghian es el primero en hablar mientras los demás acercándose
empezaron a tocar mi frente, mi cuello.
Les di mi mejor sonrisa
aunque supuse que se vio más como una mueca.
— ¿Gracias? — trate de
aligerar el ambiente pero ellos siguieron mirándome preocupados.
— No cambies el tema, nos
has estado evitando todo el maldito día...empezamos a creer que habías cambiado
de opinión con lo nuestro.
Mi pecho dolió ante la tristeza
en su rostro y palabras, los había lastimado a pesar de que ese no era mi
objetivo ¿tenía uno? Creo que lo principal era evitarlos a todo hasta el día de
mañana, sencillo.
No fue sencillo para nada.
Soltanto un suspiro inhale
despacio en lo que un aroma a carne, un aroma muy espeso, me dio de lleno en la
cara...parpadeando y tragando la bilis queriendo salir de mi boca vi que el
profesor estaba a comienzos de su aperitivo de la tarde.
La piel se me puso de
gallina y empecé a sudar, y aunque intente retener mis ganas sabia que no podía
hacerlo por mucho, no lleve mi mano a mi boca y corrí al baño más cercano
empujando a las personas en mi camino...podía escuchar a Terrell, Ghian, Reid y
Mase llamandome pero no gire a verlos, sabía que me seguían y cuando entre al
baño de chicas ellos fueron detrás mío.
— ¡Oigan! ¿que creen
que...
Entrando a un cubículo fui
de rodillas al suelo mientras vomitaba todo lo que no había comido, esto era
una mierda ¡odio vomitar! Esto daña mis putos dientes, pero entre cada espasmo
las lágrimas salian sintiendo una mano agarrar mi cabello y otra acariciar mi
espalda intente mirarlos y preguntarles que hacían aquí.
¿Acaso no les daba asco?
A mi me lo daría.
Pero a penas abri mi boca
las arcadas volvieron haciéndome escupir un blanquecino líquido parecido a mi
saliva, tuve que escupir dado que se me quedaba pegado en los labios ¿fueron
segundos o minutos? No lo sabía, pero la garganta me ardía y al acariciar mi
estómago mis temblores parecian querer sacudirme cual terremoto y tumbarme.
Apenas podía abrir mi
mano, parecía como si sufriera esclerosis, Dios sabe que no quiero burlarme
pero esta mierda es tan parecida. Me muevo hacia atrás para sentir un pecho
reterme y es que lo agradezco ya que mi sien empieza a palpitar y tal cual como
una vez escuché.
Ante tanto dolor el cuerpo
o cerebro busca un medio o estado para empezar a curar, la inconsciencia me
dejo caer.
Y esperaba que cuando
abriera los ojos todo estuviera mucho mejor.
(….)
— ¿Y por qué en el
infierno no nos lo dijiste?
Había despertado en una
gran habitación blanca, con ese aroma a hospital que tanto me gustaba, mi brazo
derecho tenía una via con un suero dirigiendo soluciones salinas a mi cuerpo.
No odiaba las agujas pero
odiaba cuando las ponían en el brazo con el que comía ¿sabían que tengo otro
brazo, verdad? Pues al parecer no, y cuando desperté y a pesar de sentirme algo
mejor me había sentido deshubicada con un horrendo terror subiendo por mi
espalda...algo no estaba bien y aunque los doctores trataron de calmarme lo
único que pudo hacerlo fue ver a mis hombres entrar cual estampida a la
habitación y acariciarme como si fuera un perrito herido.
Al parecer lo era pues al
instante me volví mansa.
Pero luego el doctor abrió
su bocota.
Mi gastritis había
empeorado y por los gases putrefactos que salían de mi boca podría dar fe de
ello, y a pesar de todo me dijo que por la inyección -la cual no recuerdo su
nombre- las cosas habían ido hacia tal extremo me comunicó que al siguiente mes
era mejor cambiar mi método anticonceptivo o mantener un duro ojo en mis
horarios con las pastillas.
Como podrán imaginar mis
hombres lo abasallaron con preguntas, preguntas que yo debía haber respondido
en la tranquilidad de nuestra casa pero al parecer la cosa no sería así y el
doctor les explico mi estado.
Y aquí estaba ahora con
ellos mirándome con un toque de decepción y cautela, como esperando que les
contara que tenía otro horrible secreto oculto en mi armario.
— No lo sé — aun la
garganta me ardía al hablar por eso cogiendo el vaso a mi derecha le di un
sorbo al agua fría.
Agradecia no tener asco.
— Peyton, esto no es algo
para mantener oculto ¡demonios! ¿sabes lo que sentimos cuando te desmayaste?
— Enfrente nuestro —
agrego Reid a las palabras de Mase, sus ojos me penetraban queriendo palabras —
Pensamos que algo te estaba pasando, algo que tu no sabías, y ahora sale el
doctor diciendo de tu gastritis ¿qué demonios esta pasando?
— Se los iba a decir, esto
no deberia haber pasado si sólo me hubiera tomado esa pastilla esto no...
— ¿Y por qué no te la
tomaste? — preguntó Ghian mientras Terrell se acercaba a mi tomando mi mano.
— Se me acabaron las
pastillas y estaba llegando tarde a clases...
— Eso no es escusa, sólo
mira como te puso dejar de tomarla por este día ¿acaso no pensaste en ello? —
murmura Terrell mientras con su mano acaricia mis nudillos — Preocupado,
molestos tan molestos contigo por no cuidarte por no decirnos sobre esto
¿necesitabas pastillas? Nosotros te las hubiéramos dado sin replica, lo sabes,
te amamos y cuidarnos siempre de ti ¿por qué no nos dejas hacerlo?
Las lágrimas picaron en
mis ojos mientras mi boca empezaba a temblar, lleve mi otra mano a mi cara
limpiando mis lágrimas.
— No se en que estaba
pensando, y lo siento mucho soy una estúpida por no contarles, sólo pensé..no
yo no pensé que esto pasaría.
Ghian, Reid y Mase se
acercaron acariando mis extremidades...mirándome con un amor en sus ojos que
hizo más lágrimas aparecer en mis ojos.
— No más secretos —
suplicó Mase.
— Nunca más, lo prometo —
juré haciendo que asintieran.
Los cuatro soltaron un
hondo suspiro mientras tanto Terrell y Reid se colocaban a mis costados
mientras Ghian iba al baño y Mase tomaba un control remoto encendiendo un
televisor.
¿Qué rayos hacia un televisor
en un hospital? ¡y pantalla plana!
— ¿Qué quieres ver tesoro?
Me recoste contra Terrell
manteniendo mi mano derecha entrelazada con la de Reid quien dejaba besos en
ella, era tan tierno y me daba cosquillas.
— Lo que tú quieras, amor.
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