C A P I T U L O 30

STEPS

CAPÍTULO TREINTA


Peyton


— Que no quiero.

 

— Estas hecha un asco, y no uno bonito.

 

— Si tuviera fuerzas te golpearía.

 

— ¿Cuántas veces ha dicho eso?

 

Dust asomó su fea cabeza haciéndome refunfuñar y mirarlo molesta, el sólo sonrió divertido.

 

— Veamos, cuando entramos a su cuarto y le quitamos las sábanas, cuando la metiste a la ducha, cuando le elegiste ese vestido, cuando la peinaste mientras yo le colocaba sus zapatos — iba enumerandolos con sus gordiflones dedos, yo sólo quería modelos y arrancarlos de su maldito cuerpo — La sacamos de su fraternidad, y la metimos aquí.

 

¿Cómo querían que me comportara? Eran las ocho de la mañana un domingo, y aquí me encontraba en el auto de mi mejor molesto amigo cuando debería estar rodeada de suaves cobijas y de la placentera oscuridad de mi cuarto entrando en el quinto sueño más delicioso y así cuando me despierte, hacerlo por mi cuenta, no por alguien que me retire abruptamente de ello.

 

— Dando una estúpida pelea de críos al no querer ponerse el cinturón, no lo olvides cariño — Quan me miró de reojo con desaprobación a lo que le gruñi — Eres estupidamente kawai cuando estás con tu periodo.

 

Refunfuñé.

 

¿Cómo se atrevía a decirme que era dulce?

 

— ¿A dónde me llevan? ¿por qué no me dejan morir sola?

 

— Esa es otra, ni siquiera sabes a donde vamos y ya dices que no quieres ir.

 

— ¡Estoy desangrandome! — exclame girando a mirarlo — Tengo todo el derecho de tener está cara, está pereza y este estúpido cabreo.

 

— Esto es exactamente por lo que no me gustan las mujeres.

 

Voltee a mirar a Dust quien retrocedió alzando sus manos como podía en este diminuto auto, entrecerre mis ojos.

 

— ¡Tú madre tambien es mujer así que no jodas!

 

— Ella no hace estos berrinches.

 

— ¿Berrinches? ¡Esto duele más que una patada en los huevos! ¡hombres! ¡nunca entienden nuestro dolor!

 

— Las patas en los huevos duelen mucho.

 

— ¡Pues lo cólicos también!

 

— Pero eso es un dolor momentáneo.

 

Lo apunte con mi dedo.

 

— ¿Momentáneo? El puto dolor que siento en mi jodida vagi...

 

— ¡Chicos, chicos, ya basta! — se estacionó -donde sea que estabamos- para girar en su asiento a mirarnos — Vergüenza debería darles, Peyton, deja de chillar sabemos que te duelen los ovarios pero aguantate y tú, cariño, no la jodas cuando esta en sus días...es insoportable.

 

— ¡Oye!

 

— Superalo.

 

Bajando del auto esperé mientras salía mirando alrededor, de inmediato reconocí la plaza que tanto ama Quan ¿por qué? Bueno, aquí se encuentra su Subway favorito donde es un cliente más que frecuente, también está su boutique favorita donde compra su ropa, su heladería favo...aunque odia que esté cerrada los domingos, y también está su spa favorito que dentro tiene...

 

— ¡Hoy es día de embellecernos!

 

Mirándolo lo vi saliendo del auto cerrando la puerta para venir hacia mi pasando su brazo sobre mis hombros.

 

— Hoy, tu y yo nos arreglaremos estos pelitos pasados de moda — se tocó su cabello haciendo una mueca, donde claramente se podía ver el inicio de su cabello "negro".

 

O eso decía el.

 

Yo lo veia mas como un castaño oscuro, muy muy oscuro...y por eso todos los meses se va a retocar su cabello ya que le crece muy rápido y las raíces se le notan.

 

Odia las raíces oscuras, retrocedi.

 

— ¿Cómo que tu y yo? ¿sabes cuando cobran aqui por un tinturado? Una fortuna, una que no tengo y si la tuviera estaría depositada en la Universidad.

 

— Patrañas — empezó a tirar de mi brazo llevándonos hacia dentro y hubiera podido con el ¿pero con el machin-machon de Dust? Ni cagada.

 

Dejé que me arrastraran hasta el interior el cual era asquerosamente impoluto, blanco como la nieve y daba tanto miedo de tocar cualquier cosa sin miedo a romperlo, a lo que mirando a todos lados vi claramente que estaban ocupadas la mayorias de lugares.

 

Bien por mi.

 

— Oh...mira eso...está lleno, que pena...vamonos.

 

Girando para huir los brazos de ambos me detuvieron.

 

— Tenemos cita — canturreo Quan mientras me miraba con una sonrisa curvando sus presumidos labios.

 

Odioso.

 

Fastidioso.

 

— Tinimis citi — lo arremede mientras miraba de un lado a otro.

 

Y ahora...¿quién podrá ayudarme?

 

(….)

 

— ¡Cabron hijo de pu...

 

— Cuide su vocabulario señor Namil.

 

De reojo vi como Esteb abría su bocota para supongo mandar al demonio a nuestro jefe pero gracias a que este estaba de espaldas mío le hice señas mandandolo a callar.

 

Si quería mantener su trabajo, cosa que debía, era mejor que mantuviera su bocota cerrada. El me miró por un segundo para cerrar su boca y con los labios apretados le mandó una tensa sonrisa.

 

— Sigan trabajando señores.

 

Saliendo del lugar giré a mirar a Esteb quien me señaló para negar.

 

— Ese hombre va a terminar sacando mi lado animal — señaló su mano donde se veía que la quemadura por parte del aceite había abarcado una buena parte — Esto, arde como una perra.

 

Moví mis labios de lado a lado.

 

— Bueno, creo que eso se supone que hace el aceite...quemar.

 

— Muy graciosa paletita.

 

Deje caer mi teléfono sobre la mesita mientra lo miraba con la boca abierta.

 

— Sólo fue una vez ¡una vez!

 

Sus labios se curvaron.

 

— Y esa única vez fue...sublime — abrio sus manos mientras daba una vuelta en su lugar — No sólo fueron sus pies ¡no señores! Ella se cubrió por completo de smoothie, Corita ¿lo recuerdas?

 

— Eres malo, Esteb déjala en paz.

 

— ¡Si! Déjame en paz cretino — levantando mi teléfono vi que tenía una llamada perdida de mi mamá, pero no podía regresarle la llamado ahorita.

 

No me permitían usar el teléfono mientras trabajaba pero podía tenerlo.

 

Deslizando mi mano sobre mi cabello sentí lo suave que estaba, al final Quan había ganado y me había dejado mimar, al momento de elegir un tono había estado indecisa...me encantaba mi antiguo rosa pero ese color me recordaba a mis chicos, a los momentos que vivimos juntos, a como les encantaba mi cabello y ese dulce apodo, y ese recuerdo dolía porque ya no eran míos ni yo suya.

 

Por eso.

 

Había elegido un perla, o blanco que era precioso a mi parecer y al de mi amigo fiel...pero extrañaba mi rosa.

 

(….)

 

Ha esto he llegado, a tener que escapar de los hombres que amo con todo mi corazón ¿cuán cobarde soy? Bueno, no es que sea cobarde ellos no merecen verme, ni oirme, ni nada.

 

Oh Dios.

 

Ellos se encuentran en la cafetería, yo tengo una hambre que da miedo ya que desayune un simple sanduche de atún, atún y pan sin matones ni lechuga.

 

¡Bla!

 

La vida era dura y mis ojeras más oscuras, tenía mucho que trabajar antes de poder tomar un pequeño descanso antes del próximo largo viaje...esperaba tener algo de ayuda para ese momento...ayuda extra como de mi trabajo en McDonald's, y tal vez así poder conseguir algo mejor y que paguen un poco más de lo que me pagarán ahora.

 

Y mi padre tenía toda la maldita culpa.

 

— Idiota malvado.

 

— Ouch ¿qué te hice?

 

Sorprendida vi a la persona que me hablaba, un chico de melena castaña con unos ojos azules hermosos y una sonrisa divertida pero llena de confusión.

 

— ¿Qué? ¡no! No es contigo es con otro idiota ¡digo! Tu no eres un idiota...y mejor me callo ahora — girando y mirando hacia el suelo volví mi mareada a el — Hola, soy...

 

— Peyton.

 

Lo miré confundida.

 

— ¿Cómo sabes mi nombre?

 

— Ghian y los demás me contaron mucho sobre ti — murmuró a lo que entendí quien era — Dorian Homprie, un gusto.

 

— Bueno...— me era incómodo y la verdad dolia tener que contarle a alguien que no conocia que esa hermosa relación había terminado, y de que manera — Dorian, la relación...dicha relación terminó hace un tiempo.

 

El me miró por un segundo para luego inclinar su cabeza a un lado.

 

— Ellos no me contaron nada de eso.

 

Trague saliva.

 

— Tal vez no quisieron tocar tal tema.

 

Aunque suena poco probable ya que parecen estar acosandome queriendo saber que me pasa, como estaba, por tal motivo estoy huyendo de ellos.

 

Mirando sobre mi hombro a cada segundo.

 

Hablando de ello...

 

— Mierda.

 

Ellos venían cuando el timbre de cambio de hora sonó, más personas lo seguían pero ellos eran mi kryptonita y tenía que alejarme lo más rápido posible.

 

— Dorian disculpame, pero tengo que irme ha sido un gusto conocerte.

 

Lo escuché despidiéndose mientras corría despavorida hacia mi fraternidad ¡estaba libre!

 

¡Y con hambre!


A N T E R I O R     -     S I G U I E N T E



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